Decenas de personas resultaron heridas luego de que las tensiones estallaron nuevamente el viernes por la noche cuando la policía se enfrentó a los manifestantes durante las manifestaciones antigubernamentales que se están extendiendo por todo Perú.

En Lima, la capital, la policía usó gases lacrimógenos para repeler a los manifestantes que arrojaban botellas de vidrio y piedras mientras ardían las calles, según mostraron imágenes de la televisión local.

En la sureña región de Puno, unos 1.500 manifestantes atacaron una comisaría de la localidad de Ilave, informó el ministro del Interior, Vicente Romero, en declaraciones a los medios.

Una estación de policía en Zepita, Puno, también se incendió, dijo Romero.

Las autoridades sanitarias de Ilave informaron de ocho pacientes hospitalizados con lesiones, incluidos brazos y piernas rotos, hematomas en los ojos y abdómenes perforados.

A última hora de la tarde, 58 personas habían resultado heridas en todo el país en protestas, según un informe del mediador peruano.

Los disturbios siguieron a un día de disturbios el jueves, cuando uno de los edificios más históricos de Lima se incendió, cuando la presidenta Dina Boluarte prometió ser dura con los «vándalos».

La destrucción del edificio, una mansión de casi un siglo de antigüedad en el centro de Lima, fue descrita por funcionarios como la pérdida de un «bien monumental». Las autoridades investigan las causas.

Romero dijo el viernes que el incendio fue «debidamente planeado y organizado».

Miles de manifestantes descendieron a Lima esta semana para pedir un cambio y enojados por el creciente número de muertos por las protestas, que oficialmente ascendieron a 45 el viernes.

Las protestas han sacudido a Perú desde que el presidente Pedro Castillo fue derrocado en diciembre después de que intentó disolver la legislatura para evitar una votación de juicio político.

Hasta esta semana, los disturbios se han concentrado en el sur de Perú.

En la región de Cusco, la principal mina de cobre de Glencore, Antapaccay, suspendió sus operaciones el viernes después de que los manifestantes atacaran las instalaciones, una de las más grandes del país, por tercera vez este mes.

Los aeropuertos de Arequipa, Cusco y la ciudad sureña de Juliaca también fueron atacados por manifestantes, asestando otro golpe a la industria turística de Perú.

“Es un caos nacional, no se puede vivir así. Estamos en una incertidumbre terrible: la economía, el vandalismo”, dijo Leonardo Rojas, residente de Lima.

El gobierno extendió el estado de emergencia a seis regiones, restringiendo algunos derechos civiles.

Pero Boluarte rechazó los llamados a su renuncia y elecciones anticipadas, y en su lugar pidió diálogo y prometió castigar a los involucrados en los disturbios.

“Recaerá todo el rigor de la ley sobre quienes actuaron vandálicamente”, dijo Boluarte este jueves.

Algunos residentes han señalado con el dedo a Boluarte, acusándolo de no tomar medidas para sofocar las protestas, que comenzaron el 7 de diciembre en respuesta al derrocamiento y arresto de Castillo.

Los grupos de derechos humanos han acusado a la policía y al ejército de usar armas de fuego letales. La policía dice que los manifestantes usaron armas y explosivos caseros.